No es ningún secreto el hecho de que la máxima eficiencia energética de un edificio trae consigo numerosos beneficios, tanto al nivel de la unidad familiar o empresarial como en el ámbito colectivo. Sin embargo, se calcula que en torno al 55% de las construcciones de nuestro país no disponen todavía de ningún requisito de ahorro de energía. Algo sin duda desconcertante, puesto que la correcta rehabilitación de unas instalaciones, precedida de la pertinente auditoría energética, puede derivar en una serie de claras ventajas perceptibles desde el primer momento.
Un ahorro más que considerable en calefacción y aire acondicionado
Para empezar, cuanto más alta sea nuestra calificación energética, más bajo será el importe de nuestras facturas. Sencillamente porque necesitaremos menos energía de cara a obtener las mismas prestaciones. Para que os hagáis una idea, tomando como referencia los datos del IDAE (Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía, entidad pública adscrita al Ministerio para la Transición Ecológica) la cantidad de energía primaria que necesita una vivienda con calificación A para calentarse es de 34,6 KWHp (Kilovatios pico por hora) por metro cuadrado.
Mientras tanto, en el caso de una calificación G (la más baja) ese número se eleva hasta los 306,2 KWHp / m². En el sentido contrario, es decir, hablando de las cantidades necesarias para refrigerar un inmueble en verano, los datos oscilan entre los 7,4 KWHp / m² en el caso de la calificación A y los 33,2 en el de las vivienda de tipo G.
En términos económicos y teniendo en cuenta otros factores, hablamos aproximadamente de un 60% de ahorro en las facturas. Algo en ocasiones alcanzable a través de la aplicación de algunas medidas de ahorro energético, tales como un buen aislamiento de la fachada o la instalación de un sistema de ventilación adecuado.
Otra ventaja para nuestro bolsillo: la revalorización de la vivienda
Otro de los grandes beneficios de una máxima eficiencia energética en nuestro hogar también tiene que ver con lo económico. Lógicamente, una vivienda optimizada a este respecto va a tener un precio mayor que otra que no lo esté. Yéndonos a las cifras, el valor de un inmueble puede aumentar hasta un 25% tras ser equipado con las mejoras energéticas apropiadas.
La importancia de los niveles de humedad para nuestra salud
De factores representables mediante cifras, pasamos a otro que, como todos sabemos, no tiene precio. Y es que, sin ir más lejos, unos niveles excesivos de humedad (por encima del 65%) pueden provocar la aparición de hongos, ácaros y bacterias, en algunos casos con graves consecuencias para nuestra salud.
Aquí es donde entra en escena un buen sistema de ventilación natural que regule la humedad de las estancias. Pero, sin duda, la mejor forma de conseguir unos niveles ideales son los recuperadores de calor, los cuales, mediante la renovación del aire del interior, crean entornos mucho más saludables.
Bueno para el medio ambiente, bueno para todos
El mayor efecto positivo en lo colectivo tiene que ver con el respeto hacia nuestro planeta. Y, por extensión, hacia todos los que vivimos en el mismo y los que están por venir. Por un lado, una mayor eficiencia energética disminuye drásticamente las emisiones de Gases de Efecto Invernadero. Además, reduce nuestra dependencia de la energía externa y, como última consecuencia, nos permite frenar el consumo incontrolado de recursos naturales.